BLEND nº 2
Agustín Gonzalez

Soneto vii
Que contiene una fantasía contenta
con amor decente.

Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

Una mañana hace poco me desperté recitando
el último verso del soneto de Sor Juana
“si te labra prisión mi fantasía”.
De chico lo sabía de memoria, pero hacía años
que no lo recordaba. Supongo que los versos
anteriores quedaron del otro lado del sueño,
censurados, helados, ajados como las patas
de las palomas, salvándose del olvido
ese sólo verso que dije dos o tres veces,
como un mantra, antes de levantarme.
Si supiera por qué ese último verso
se salvó de la transfiguración,
sencillamente no se hubiera salvado.
Hubiera despertado con la usual impresión
de no haber soñado nada.
Pero el verso retoño de Sor Juana me indicó que algo soñé.
Freud dice que soñamos siempre con un amor prohibido.
¿No es a la prisión adonde van los que infringen?
El sueño es la celda. Yo soy el carcelero.
“Las prisiones han de acoger a la gente en forma pasajera,
como si fuesen huéspedes. No deben convertirse
en morada de los hombres”.
(I Chin, hexagrama 56, El andariego).

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